El 29 de Setiembre de 1964 apareció por primera vez una tira
de Mafalda.
Su autor, Joaquín Salvador Lavado, Quino, no sospechaba
entonces que las reflexiones puestas en boca de este personaje serían
traducidas a 26 idiomas (desde el japonés, italiano y portugués, hasta el
griego, francés y holandés), y que sus libros venderían, sólo en Argentina, 20
millones de ejemplares. Pasaron 30 años desde aquella historieta inicial y 20
desde que Quino la dibujó por última vez. Sin embargo, sigue tan vigente como
entonces. Los diez únicos libros de la serie continúan reimprimiéndose una y
otra vez en todo el mundo.
La primera aparición pública de Mafalda tuvo lugar hace más
de 35 años, el 29 de setiembre de 1964, en la revista "Primera
Plana".
En su caso, la partera no dijo macho: el flamante personaje
que con los años se transformaría en un estandarte de lucha por la igualdad
social -en tiempos en que la liberación femenina aún estaba en pañales-,
llevaba sus polleras bien puestas.
"¿Por qué mujer? No lo sé. Al principio uno no se
detiene a pensar en esas cosas?", dice hoy Joaquín Lavado, Quino, el
creador de Mafalda.
El dibujante tampoco se había puesto a pensar, tres décadas
atrás, que las ideas de esta niña tan ingeniosa como irreverente, tan reflexiva
como contestataria, iban a recorrer el mundo.
No sospechó que un día el escritor Julio Cortázar llegaría a
decir: "No tiene importancia lo que yo pienso de Mafalda. Lo importante es
lo que Mafalda piensa de mí". Mucho menos que aunque la URSS haya
desaparecido, lo mismo que Los Beatles y la guerra de Vietnam, el mensaje de
Mafalda seguiría manteniendo la misma dosis de genialidad y, sobre todo, de
actualidad.
Quino jamás imaginó que ese ser diminuto y genial, con una
inteligencia y sagacidad inmune a los razonamientos adultos y apenas rodeada de
un apropiado universo infantil, elevaría la historieta a la categoría de
"cuentos morales".
Con una exacta dosis de simpleza y profundidad, Mafalda se
convirtió en el personaje de historieta que más significa hoy para los
argentinos.
Para Quino -dueño de una genuina modestia-, todo empezó por
casualidad y sin que él se propusiera ninguna grandeza: "En realidad
Mafalda iba a ser una historieta para promocionar una nueva línea de
electrodomésticos llamada Mansfield. La agencia Agnes Publicidad le encargó el
trabajo a Miguel Brascó, pero como él tenía otros compromisos, me lo pasó a mí.
Esto fue en 1963. Pero la campaña nunca se hizo y las ocho tiras que dibujé
quedaron guardadas en un cajón. Hasta que al año siguiente Julián Delgado,
secretario de redacción de "Primera Plana", me pidió una historieta.
Entonces rescaté esas tiras y bueno, ahí empezó todo."
Esta anécdota, que Quino contó muchas veces, tiene algunos
detalles poco conocidos. Por ejemplo, el nombre del empleado de la agencia que
le encargó la tira: el actor Norman Briski. "En aquel momento ese nombre
me quedó grabado -recuerda hoy Brascó-, porque era una mezcla de mi apellido
con el del dibujante Oski. Cuando me llamó, esta coincidencia me resultó
graciosa y fui a la agencia a ver de qué se trataba. Querían una familia con
padre, madre y dos hijos: un típico contexto para que aparecieran los
productos. Lo que necesitaban no tenía nada que ver con lo que yo normalmente
hacía, así que le derivé el trabajo a Quino, que en ese momento trabajaba
conmigo".
En cuanto al exótico nombre de Mafalda, el nombre surgió de
la versión cinematográfica de la novela "Dar la cara", de David
Viñas. En una escena de esa película aparece un bebé dentro de un moisés que se
llama así, y Quino adoptó el nombre.